"¡Me carga esta carne!", "¡tiene nervio!", "¡el churrasco está duro!". Estas son algunas de las afirmaciones que hago frecuentemente cuando salgo a comer algún tipo de carne fuera de casa. Tal vez estén pensando "¡qué mañosa!", aunque para ser sincera, debo reconocer que en este tema sí lo soy, y mucho.
Les cuento que esta manía la tengo desde pequeña, puesto que en mi casa sólo me daban carne sin nervio, blandita y picadita, por ende me la comía sin ningún problema. Ingenuamente pensaba que la carne era siempre así, y por lo mismo esperaba que donde fuera me sirvieran una igual a la que preparaban en mi casa. ¡Gran desilusión! Siempre era dura y con harta grasa.
Por eso, generalmente compro lomo liso debido a que este corte no trae nada de nervio y es muy blandito, ideal para alguien que sufre con otros tipos de carne, como yo. Mi secreto es dejarla cocinando por mucho rato a gas bajo con el fin de que cuando la sirva prácticamente se deshaga en mi boca. Lo malo es que no es de las más baratas así que mi bolsillo es el que sufre, aunque mi paladar lo agradece.
Debido a esta “maña” he pasado una que otra vergüenza: la última ocurrió cuando fui a almorzar con unos colegas. Todos pidieron “churrascos”. Se veían muy ricos, así es que decidí vencer mi maña y pedir uno. El garzón me aseguró que era blandito; sin embargo cuando empecé a comer la exquisita preparación, ¡horror!, la carne tenía nervio y parecía un palo. Hasta ahí llegaron mis ganas de comer, así que mejor pedí unas papas fritas. Quedé con sensación de lata porque no pude disfrutar de un rico almuerzo, pero sé que me pasa por ser tan "regodiona" con las carnes.
Siempre que comento esta “manía” de la carne con mis amigos o conocidos se ríen y la verdad es que lo entiendo, ¡hasta yo me reiría! porque es extraño ver a alguien tan, pero tan mañoso. Son cosas de locas que sacan sonrisas.
Y ustedes, chicas ¿Tienen alguna maña que contar?
Foto CC vía Marcelo Trasel