A más de una nos ha pasado que - aunque tengamos nuestra peguita y profesión -, necesitamos unas ‘luquitas extras’.
En eso estaba yo cuando el mayordomo de mi condominio me ofreció hacer unos turnos extras, obviamente remunerados. Entonces me pregunté "¿Y por qué no?, ¡Demás que me la puedo, qué tan complicado va a ser!" Y listo, me tiré a la piscina.
Pasan las horas y va todo bien: los vecinos buena onda que me incentivan a seguir, la promotora que se hace llamar ‘Cachilupi Panda’ y viene a retirar enseres de un evento - con ella me cuesta aguantar la risa, pero debo mantener la compostura como en todo trabajo -; el grupo de amigas que va echando la talla, se equivoca de entrada y choca con la puerta, sumándose a las mil cosas divertidas que pueden ocurrir.
Estaba con todo el entusiasmo, pero jamás pensé que encontraría algunas sorpresas un tanto desagradables: gente conflictiva que alega porque no conozco a todas las personas que viven en el edificio, sin siquiera tener ellos el número del departamento al cual se dirigen. Es ahí cuando me vienen mis momentos ‘on fire’ y explico que no soy la conserje oficial, que sólo hago reemplazos.
Pero esta gente resulta ser tan prepotente que no entiende que no tengo una bolita de cristal para adivinar uno por uno los nombres de cada persona y me dejan dando vuelta la cabeza un rato.
Al rato me calmo y entiendo que estar de conserje también tiene sus sacrificios y debo tener mucha paciencia con esos individuos que creen que se las saben todas ¡Así que ya saben amigas, a tratar bien a los conserjes!. Un chocolatito y un tecito de vez en cuando, porque ¡se aburren y extrañan conversar con alguien durante sus turnos!
Pero ¿saben? no todo ha sido pasar malos ratos: paso tantos momentos a solas que puedo leer el diario, escuchar música, cantar y hasta bailar, aunque ya sé que me están filmando, pero no importa ¡me hago famosa a nivel de mi edificio!
Y lo mejor fue cuando llegó el repartidor de sushi y me dijo ¡Gracias corazón! Y ¡ohhh!, sin querer terminé guiñándole un ojo y me pidió mi número de teléfono. ¿Qué tal?