Aclaro que aún me faltan varios años para cumplir 40, pero esta década ya es un pesadilla en mi vida. Siento que a esa edad aspiraba a estar en el peldaño R del camino y recién voy en el B. O sea, me falta mucho por recorrer y, los años que separan mi edad actual de aquella no parecen suficientes para un avance sustancial. En fin, deal with it.
El punto es que ¡me aterra! llegar a esa edad y no la veo, o más bien “no me veo”. Me miro en el espejo y no imagino mi propia versión cuarentona. Es más, la misma palabra “cuarentona”, se me hace menos glamorosa y más antipática que “treintañera”. La canción de Arjona, “Señora de las cuatro décadas” tampoco ayuda (me parece patética, sorry fans) y la caricatura de la “MILF” que no quiere envejecer, ¡menos!. Porque no quiero llegar a esa edad como una “femme fatale” madura y deliciosa (que las hay), que vive inmersa en andanzas de lola; sino como una mina normal, con la vida más o menos resuelta. Y siento que para eso me faltan aún varias zancadas.
Que no se malentienda: tengo amigas en la cuarta década - y otras varias conocidas - que distan de los estereotipos impuestos por la TV y los medios. Son completamente normales, regias, felices y disfrutan esa etapa como cualquier otra. Por ejemplo, una de ellas tuvo a los 42 a un nuevo bebé - la ansiada niñita - y resplandece tanto como si tuviera 20. Yo a su edad no me veo con una guagua: siento que no tendré paciencia y que seré prácticamente una anciana cascarrabias, en edad de ser abuela más que mamá (no se alarmen, no exagero; mi hijo tendrá 20 entonces. Quizás eso influye). Admiro a esta chica por su ñeque de ser madre otoñal, pero a mí, pensarlo ¡me aterra!. Y ese es sólo un ejemplo de las cientos de cosas que no quisiera vivir “recién” a los 40. (Ojo, no digo que quien lo haga esté mal; es cuestión personal y por algo yo estoy loca).
Aunque creo que no soy la única: una de mis amigas - más o menos de mi edad - aún vive con sus padres y siente pavor de quedarse “pegada” forever and ever ahí. Los adora, disfruta de los mimos, la sonrisa cariñosa llegando a casa y un sinfín de etcéteras; pero como un pajarito, quiere volar con alas propias. Las circunstancias - económicas, académicas y personales - le han impedido hasta ahora despegar. Pero a los 40 no se ve así y aún más, lo asumiría como un fracaso. La entiendo.
Ya en una visión más frívola, he visto los estragos del metabolismo en mi cuerpo - así como el paso de los años - e imagino que en mi próxima década eso no mejorará. Es más, se acentuará, lo que exigirá cremas más costosas y un mayor rigor alimenticio a fin de mantener “las cosas en su lugar”.
Aún con todo, creo que la mejor solución para esta encrucijada - que tal vez no sea más que "la crisis de los 30" - es dejarse llevar. Quizás, en estos casos sí aplica la filosofía del Hakuna Matata: vivir el día como se presente y a lo que salga. Después de todo, acercarse a los 40 - o tenerlos ya - en ningún caso es una desgracia: es sólo una etapa más; un nuevo capítulo en nuestra bitácora de experiencias, alegrías y aprendizajes, el cual sin duda nos enriquecerá. Optaré entonces por vivir esa década y los años precedentes sin pensar tanto ni atormentarme por adelantado. Después de todo, ¿quién sabe? Quizás sea ese el secreto de mis amigas para llegar estupendas y joviales a esa edad: disfrutar cada día de tener el trabajo soñado - es mi caso - un compañero e hijos maravillosos - ídem - y un cúmulo de anhelos por concretar. Tal vez los 40 sean los nuevos 30, presentándose mejor de lo que pintan.
Y a ustedes, ¿qué opinan? ¿Les pasa algo similar?
Imagen CC Kissed by Fire