Hay fragancias que no existen en las botellas de perfume y que, sin embargo, nos producen mucho placer. La tierra mojada, el café, incluso la bencina son aromas muy atractivos para mí, y también el olor de las páginas de un libro, nuevo o viejo: cuando se trata de libros, antes de leerlos tengo que olerlos, porque su aroma me transporta.
Sí, el olor me fascina, porque inmediatamente lo relaciono con paz, con relajo, con tiempo a solas en el cual me sumergiré en un mundo distinto sin salir de casa. Sólo aquellas comelibros o ratoncitas de biblioteca - como yo - conocen la felicidad que implica recibir un libro nuevo en tus manos. O bien, tomar tu libro favorito (ese que no lees hace tiempo) para volver a disfrutarlo. Durante la lectura, también los huelo, como un acto reflejo casi. Como si el olerlos me ayudara a introducirme más en el tema o en la historia. Y no es que sea un aroma tan maravilloso en sí, es lo que relaciono con ese olor lo que me encanta. Eso sí, solo huelo los libros que me gustan o me interesan; si veo un libro con un título que no me atrae o con un tema que no me es llamativo, paso de largo.
Los aromas traen recuerdos o sensaciones. En mi caso, el olor de un buen libro es una invitación a quedarme acostada junto a mi perrita y una rica taza de té, antes que llegue mi pololo y prenda la tele.
¿Crees que los libros tienen un olor especial?